En 1936 Benito Mussolini nombró a su yerno, Galeazzo Ciano, ministro de Asuntos
Exteriores. Oportunista, mujeriego, superficial y astuto, Ciano se sintió
subyugado por la personalidad de su suegro, cuyos gestos y retórica imitaba
hasta rozar el ridículo.
Se convirtió en la mano derecha del dictador y en un testigo privilegiado de
las intrigas políticas del régimen y de los pactos que llevaron a Italia a
intervenir en la Guerra Civil española y a alinearse junto a Alemania en la
Segunda Guerra Mundial. De la admiración, sin embargo, pasó a la desconfianza.
Al final fue ejecutado, acusado de conspirar contra el régimen.